Cuando el Lucro Habla Más Alto: La Industria Cannábica y la Pérdida de sus Valores

La legalización del cannabis en varios países y estados del mundo ha representado, para muchas personas, una victoria histórica. Después de décadas de represión, criminalización y estigmatización, la planta pasó a ser reconocida por sus usos medicinales, industriales y recreativos.

Pero, en medio del entusiasmo por el crecimiento económico, una pregunta importante resuena entre activistas, investigadores y antiguos defensores de la causa:
¿la legalización realmente trajo libertad o simplemente transformó el cannabis en un producto más, controlado por intereses corporativos?

En este artículo reflexionamos sobre cómo la industria cannábica, impulsada por el lucro, se ha alejado de los valores que le dieron origen —y por qué es fundamental recuperar esa esencia.

1. El origen de la lucha: libertad, sanación y justicia

Antes de que la legalización se convirtiera en una tendencia global, el cannabis era cultivado y compartido por comunidades que lo veían como herramienta de sanación, espiritualidad, resistencia política y autosuficiencia.

La planta era símbolo de:

  • Autocuidado y medicina natural
  • Autonomía individual
  • Resistencia contra la guerra a las drogas
  • Solidaridad entre pares
  • Conocimiento ancestral y popular

La legalización, entonces, fue pensada como un paso hacia la justicia —no como un mercado de miles de millones de dólares en manos de unos pocos.

2. La llegada del capital: ¿quién controla hoy?

Con el avance de las leyes que permiten el uso medicinal y recreativo del cannabis, grandes empresas entraron rápidamente en escena. Lo que era un movimiento social se convirtió en una industria.

Hoy, el sector cannábico está dominado por:

  • Multinacionales farmacéuticas y del agronegocio
  • Empresas de tabaco y alcohol diversificando sus inversiones
  • Inversores que nunca fueron criminalizados, pero ahora lucran con la planta
  • Ejecutivos que ignoran las raíces sociales y culturales del cannabis

Esta transformación no es solo económica —es también cultural y política. El lenguaje de la lucha dio paso al vocabulario del mercado: shareholders, market share, branding, licensing.

3. La exclusión de quienes iniciaron la revolución

Mientras las grandes marcas cosechan ganancias, miles de personas —muchas aún encarceladas por delitos relacionados con el cannabis— siguen marginadas y fuera del nuevo mercado legal.

Mujeres, personas racializadas, pueblos originarios, cultivadores tradicionales y activistas enfrentan:

  • Barreras legales y económicas para acceder al sector
  • Estigmas sociales persistentes
  • Ausencia de reparaciones históricas
  • Dificultades para obtener licencias o financiación

La ironía es dolorosa: quienes sostuvieron el acceso al cannabis en el pasado, hoy son excluidos del presente.

4. La desfiguración de la cultura cannábica

La cultura cannábica, construida durante décadas con valores de comunidad, arte, espiritualidad, conexión con la naturaleza y crítica al sistema, ha sido vaciada por la lógica del lucro.

Hoy en día, vemos:

  • Productos cannábicos caros e inaccesibles para la mayoría
  • Eventos dirigidos a élites empresariales y grandes inversores
  • Envases “minimalistas” que borran la estética original de la cultura cannábica
  • Marcas que se apropian de la causa sin vínculo real con la comunidad

La planta se volvió una “tendencia de mercado”, mientras la cultura que la sostuvo es ignorada o, peor aún, reducida a folclore publicitario.

5. ¿Existe otro camino? Sí —pero requiere coraje político y ética

La industria del cannabis aún puede reconstruirse sobre pilares más justos y coherentes. Para lograrlo, es necesario:

  • Políticas de reparación histórica con indultos y reintegración social para personas criminalizadas
  • Fomento a pequeños productores, cooperativas y asociaciones comunitarias
  • Valoración de los saberes tradicionales y la medicina popular
  • Descentralización de la producción y distribución
  • Compromiso ambiental y justicia social reales

Más allá de generar beneficios económicos, la industria debe reconocer la deuda que tiene con las luchas que la hicieron posible.

Conclusión: el futuro aún puede ser nuestro

La legalización del cannabis fue —y sigue siendo— una conquista importante. Pero si no somos conscientes, esta victoria puede ser cooptada por una lógica que convierte incluso la libertad en mercancía.

La buena noticia es que todavía estamos a tiempo de construir otro camino: una industria cannábica que respete la planta, su historia y las personas que la mantuvieron viva incluso bajo persecución.

Cuando el lucro habla más alto, los valores se pierden.
Pero cuando la comunidad se organiza, esos valores pueden volver a guiar el rumbo de la historia.